lunes, 18 de junio de 2007

Rayuela Peregrina Bebeleche


El sol poniente y el beso maternal

y destructor del agua. La innombrable belleza

que nos aleja un poco de la muerte. Los múltiples

y siempre equívocos nombres del tiempo.

Nezahualcóyotl y el destino del jade.

La quijada de Eva en los museos.

El estertor de la virgen que alimenta al monstruo.

Los espejos, escaparates frívolos del tiempo.

Alejandro niño y su pregunta:

Qué hacías en la casita que vi en mi sueño.

La elemental realidad de unas nalgas.

La infinita soledad de Dios en los altares.

Borges, que nos enseñó a ver el río de Heráclito y el otro río.

El ciego que se compadece del puñal ocioso en el librero.

Mariana y su dolor de hembra solitaria.

El rostro de Martha Elena desdibujado por el fuego.

El amor, el verano, los adioses.

Se precisaron todas esas cosas para que Alina,

certeza de nuestro más querido sueño,

salte sobre su pie izquierdo y llegue al cielo

de un solo salto.

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