
El deseo, qué obscura araña lenta
es el deseo.
Se nos pega a la piel y a los recuerdos
y nos orilla a los abismos y al silencio.
Se alimenta de nuestra piel, de nuestra carne,
de nuestros huesos.
No se llena nunca, nunca nada lo llena.
Y si nos muerde, el dolor es hondo,
agudo y constante como un dolor de muelas.
Yo le temo y le busco, no hay mejor antídoto
contra la vida, ni mejor veneno para sentirnos vivos.
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